21.6.09

Algunas semanas con días de 28 horas me vendrían bárbaro. Sospecho que si tengo que salir a hacer Orientación y Movilidad con alguno de mis alumnos, nos va a atropellar un colectivo al llegar a la esquina de la escuela. Necesito dormir más. O mejor. Calidad o cantidad? Whatever.
Cuando Alicia me dijo que era un grupo de adultos, seguro la habré asustado con mi cara de pánico. Y claro, yo apenas traté con infantes de guardapolvo a cuadritos y algún que otro preadolescente. Ahora, el más jovencito tiene 37 y el menos jovencito 83. Mi primer víctima: Irma, una señora de juveniles 74, muy charleta, que aguardaba en la escalera a que llegara alguien con las llaves y le permitieran pasar. Pero llegué yo, sin llaves, esperando lo mismo. Conversaba con su marido mientras él leía el diario.
- Buen día... ¿usted es Irma?
- Sí, soy yo...
- Ah, ¿qué tal? yo soy Rosa, su nueva profesora.
- Ay, ¡hola!, ¡qué lindo! ¡una profesora nueva! encantada...
Nos saludamos con un beso y un abrazo. Me sentí aliviada de que no pudiera ver mis ojeras, mi palidez, mi cara de terror en mi primer día laboral, pero sintió mis mejillas congeladas. Dijo estar emocionada y contenta con el cambio. Lamentó que Marta todavía no se recuperara, pero agradecía que alguien la suplantara para poder seguir aprendiendo.
Enseguida empezó el intercambio de preguntas y para cuando llegaron a abrirnos, ya éramos íntimas amigas. Pasamos un rato largo frente a la pc, repasando todo lo que aprendió con Marta, enseñándome ella a mí; se mostraba ansiosa por poder escribir esa poesía que tenía en mente hacía unas semanas y que no quería olvidar, ni tampoco pedirle a nadie que la escribiera por ella. "Todavía no me animo a usar la compu de casa. Ni tampoco quiero molestar a nadie. No quiero depender de nadie, quiero valerme por mí misma. Por eso vengo acá, para aprender. Ya aprendí a usar el bastón y ando por todos lados, aunque igual Armando siempre me acompaña. Y cuando pueda voy a comprarme un grabadorcito, para no olvidarme de las cosas."
Entre elogios mutuos y sonrisas y muuucha charla, se nos pasó la hora y media. Respiré aliviada, ya sin nervios ni ansiedad extrema. Mi primer víctima salía ilesa, jaja... y yo con el alma gordita por haberla conocido y pasar tan grato momento. Se despidió hasta el jueves próximo con un abrazoso y un "chau, profe Rosita". Me parece que le caí bien...