13.7.15

La vida después de

Mi mamá no era esa que estaba en el ataúd, maquillada, rejuvenecida, de piel rosada y tersa. Mi mamá no era esa, tan flaquita, pequeña, frágil, rodeada de rosas rojas. No...
Mi papá pasó 4 horas llorando a su lado, despidiendo a su "negrita". Isa, mi hermana de la vida, también. Hasta mi hombrecito se acercó a decirle "Shhh, la abuelita está durmiendo..."
Mi mamá era pura alegría. Mi mamá disfrutaba comer todo, hasta las insulsas masas que se me ocurrían preparar para luego hacer galletitas cuando tenía 7 años. Mi mamá era la más fuerte, la más coqueta, la más compañera y copada de todas. Mi mamá era pura alegría.
Simplemente se fue... pero no porque no tuviera ganas de vivir ni porque le sobraran años. Se fue porque su cuerpo ya no quería solucionar más problemas y jamás se hubiese perdonado tener que darnos tanto trabajo. Se fue porque es una caprichosa, una loca linda, un ser sonriente lleno de energía vibrante. Se fue porque tenía miedo. Miedo... qué sentimiento de mierda. Pienso en cómo se sentiría y se me entrecorta la respiración.
Me quedo tranquila porque dijo "fui muy feliz". Puedo seguir mi vida porque ella consiguió realizar sus deseos más difíciles: tener una familia, una casa, una hija, un nieto. Fue feliz porque repartió felicidad a todos. Ahora me toca a mí.
No hay un instante en el que no te piense, gordi. Ojalá no hubieses sufrido tanto. Ojalá no hubieses sentido dolor. Ojalá tus últimos minutos no los hubieses pasado sola en una sala de guardia. Ojalá no hubieses sentido terror. Ojalá te hubieses quedado otro rato para que pudiera abrazarte más fuerte. Ojalá hubiese podido contarte que yo también fui muy feliz teniéndote de mamá. Gracias por darme vida y enseñarme a vivirla a mi manera.