hoy mi agüelita cumpliría 92 añitos.
Naty era lo más, mi refugio cuando era pequeñita y mi mamá me retaba. quien se sentaba a la hora del almuerzo frente a mí y se bancaba mis enchastres de puré, y los restos de zapallo y zanahoria en sus anteojos de marco grueso y en las cortinas. quien me sujetaba con un repasador mientras daba mis primeros pasos (algo raro, pero protegía su espalda y mi rodillas de los posibles golpes, je). quien cuando nací me miraba dormir y decía "esta nena va a ser muy alta, mirá los deditos, parecen escarbadientes". tuve la suerte de compartir mucho tiempo con ella. cuando venía a casa, nos pasábamos horas recortando papel crepé para hacer flores y mi curiosidad y fascinación por verla mover sus manos mientras tejía a crochet eran interminables.
sus cumpleaños consistían en largas mesas, en algún restaurante del barrio, donde reunía a toda familia y a sus amigas del club. por la tarde íbamos a su casa, donde nos esperaba con chocolate caliente y un montón de cosas ricas que empezaba a cocinar con días de anticipación.
vivió sola muchos años, en esta casa, donde ahora escribo estas líneas. tenía un jardín bastante desorganizado en el patio de adelante. entre las rosas rojas con manchitas negras podías encontrar pequeñas plantaciones de tomate o plantas raras con hojas bonitas. o también a micha, su gatita gris.
le gustaba mucho viajar, tengo montones cositas que trajo de sus visitas al interior. se ofendía cuando alguien le cedía el asiento en el colectivo. se desarmaba de risa cuando alguien se caía, incluso ella.
los jueves por la tarde se juntaban a jugar a la lotería con doña Argentina, y quien recaudara más moneditas de 10 centavos, compraba algo rico para tomar el té.
vivió unos años con nosotros, en s.m.c. los sábados le arreglaba las manos, le pintaba las uñas de rojo y siempre me contaba la anécdota de un sr. que le elogiaba las uñas cuando era joven, allí, en san juan.
y el tiempo no venía solo, sino que también se llevaba algunos recuerdos, de a poco. dejó de tejer, porque su visión no se lo permitía. dejó de hacer flores, porque la fuerza en sus manos no era la de siempre. pasaba mucho tiempo al lado de ella, charlábamos de sus cosas hasta que por fin decía 'ah, vos sos rosita, la que cocina tortas' y yo la abrazaba fuerte fuerte para que no volviera a olvidarme.
Pablo dice que las personas viven por siempre en la memoria de quienes las recuerdan. 3 hijos, 9 nietos y 5 bisnietos, hasta los más chiquitos se acuerdan de la abuelita Naty. agüelita mía: nunca me salieron las flores de papel tan prolijitas, ni pude preparar pestiños en invierno, y ni hablar de tejer carpetitas, pero espero algún día, al igual que vos, poder dejar en las personas que quiero tantas cosas bonitas.
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