13.10.05
María del Carmen, mi profesora de prácticas, preguntó esta tarde sobre nuestras experiencias en el aula. Y la verdad es que en quinto no había mucho para hacer... Los chicos simpáticos, pero muy revoltosos. La maestra muy buena, pero poco abierta a que la ayudemos. Esperaba un "y bueno, es lo que hay", pero dijo: "Rosa, no me hagas pucherito... vas a primero". Wiiiiiii... con casi un mes de retraso, pero por fin dijo lo que quería. Somos cuatro observantes. Nos recibieron con un ruidoso "Bue-nas tar-des se-ño-ri-tasss!". Nahuel se acercó con una silla y un almohadón, y me hizo un lugarcito junto a él en su grupo de trabajo. Grupitos de cuatro nenes y nenas, en bancos azules enfrentados y sillas pequeñitas. Cortinas estampadas, piezas de madera en un cajón, cartulinas en el armario, muchas láminas en las paredes, almohadones bajo la ventana. La seño Irene me pidió que recortara, armara y pegara los sobres para el regalito del día de la familia, mientras Laura pasaba lista, Graciela recortaba tarjetas y Mónica les hablaba sobre el día de la raza. Todos trabajaban, con ganas, en silencio, interesados por lo que hacían. Tienen libertad para decir lo que opinan, todos participan, todos piensan, pero el que más habla es Nahuel, claro. Fue mi secretario esta tarde, atento a todo lo que necesitaba. Creo que sin querer adopté un hermanito de 6 años. Luego armamos moños dorados para completar el regalo. En la última hora hubo clase abierta, donde los padres entran al aula a participar de las actividades. Había abuelas, mamás, hermanos. Los chicos relataron con ayuda de la maestra la llegada de Colón a América. Impecable. Mi sonrisa chocaba con las paredes. Me llevé a casa unos cuantos besos y abrazos, silabeos y letras en imprenta y lápiz, risitas y miradas sinceras. Me faltaría un poco de helado de chocolate para decir que el día fue perfecto.
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