3.4.11

El jueves nació Martín. Nunca antes me había entusiasmado tanto con un embarazo: ropa, tejidos, accesorios... Mi querida Isa, compañera fiel de estudios y momentos gratos e ingratos de la vida, dio a luz a un hermoso niño que me llena de ternura. Sí, sí, claro... a mí los niños en general me llenan de ternura, de ahí mi profesión... pero los bebés siempre me impresionaron y suelo mantener una gran distancia hasta que cumplen más o menos 6 meses. Este es distinto... llegó para llenar de luz la vida de sus papás y la mía. Porque cuando me enteré que estaba en camino, ocupó mi mente cansada de grises con tonos pastel. Y ahora, que puedo verlo y sostenerlo en brazos (y no entiendo cómo tremendo lungo estaba acomodadito en el cuerpecito de mi amiga) me hace sentir insignificante al lado de su ser, tan lleno de paz, tan frágil y con tanta fuerza, tan silencioso y tan decidido.
Quietecito en mis brazos, dormía sin percibir mi pánico a que se caiga. Manitos frías y dedos arrugadamente largos. Cruzamos miradas un par de veces. No quería interrumpir su siesta, pero su pelo es tan finito y sedoso que me creó un hábito difícil de erradicar de ahora en más. Nos llevamos bien... él no se queja de mis mimos y yo disfruto enormemente contemplarlo.
Y es así... la vida es una sucesión de personas, sentimientos, momentos decisivos... y aquí me encuentra, experimentando estados.

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