21.6.03

En la plaza el viento insistía con llevarse mi pelo. No me gustó para nada la nueva catedral. Parece un depósito, frío, que se diferencia de los demás sólo por tener una cruz en la entrada. Tal vez por dentro sea linda. O no. Estaba muy nublado como para entrar.

Caminé durante horas buscando algo que sólo existía en mi imaginación. No es bueno salir con botas. Debe ser tan malo que por eso lo regalan. Aunque me des este folleto, no voy a ir al psicólogo. Estoy mirando nomás, gracias.

Lo vi pasar a Marino, "el sr. de los sombreros". El tiempo no pasa para él. Siempre está igual. Cuando era chiquita, su voz me daba miedo. Las voces me asustan. Algunas voces me asustan. Ciertas voces me asustan mucho.

Más tarde pasé por la farmacia. Alguien que no recuerdo cómo se llama me vio, después de muchos muchos años. Estaba con sus anteojos de siempre; con sus dedos pulgar e índice los baja hasta la punta de su naríz, me mira: "neeena! (5 segundos de silencio). Te reconocí por la carita, jeje". Me da la mano, me sonrie y me dice "que bueno verte".

Es fantástico que unas pocas palabras puedan cambiar lo que hasta ese momento era un día perfectamente olvidable.

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