Es de esas personas que tienen miles de historias para contar. Habla claro, pausado, de una forma mágica, con palabras agradables y precisas, de esas que encierran sensaciones. Sus descripciones de personas, lugares y momentos son perfectas. Su mirada cristalina pretende ocultar la emoción que le provoca recordar ciertas cosas. Y sus manos, arrugadas, pero fuertes aún, acompañan con movimientos leves cada frase.
Generalmente prefiero el silencio, pero él tiene algo especial. Podría pasar horas escuchándolo relatar sus anécdotas. Además su imagen de viejito simpático, me da ternurita.
Quiero un abuelo como don Ernesto.
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